NFTs: la nueva ola cibernética

Los tokens no fungibles (NFT por sus siglas en inglés) han dado mucho de qué hablar a lo largo de los últimos meses. En periódicos, programas de televisión y en internet se ha dicho de su gran impacto en la sociedad. Tanto inversionistas, coleccionistas como aficionados se han sumado a la tendencia; tan sólo en los primeros tres meses del año se movieron más de dos mil millones de dólares en NFTs.

NFTs la nueva ola cibernética

GIFs, memes, videos y arte digital se han subastado por hasta millones de dólares en línea o en casas de subasta de renombre como Sotheby 's. Grandes empresas como Nike y NBA, músicos como Kings of Leon y Grimes y hasta Jack Dorsey, fundador y CEO de Twitter, han puesto a la venta NFTs.

Everydays: The First 5,000 Days del artista Beeple, un collage digital de 5,000 fotografías correspondientes a 5,000 días, obtuvo el récord del NFT más caro al venderse por 69 millones de dólares. Vignesh Sundaresan, su comprador, expresó en CNBC estar contento de “tener la oportunidad de ser parte de este cambio importante en cómo se percibirá el arte en los siguiente siglos”.

¿Qué es un NFT?

Ante esto muchos se preguntarán ¿qué es un NFT? La realidad es que en la respuesta radica la complejidad. Un NFT no es una pertenencia física; no es algo que alguien pueda sostener. Su compra no incluye los derechos de reproducción de una obra ni de autor; es más, un NFT no es ni siquiera la obra en sí.

Nyan Cat, un meme en formato GIF, fue recientemente vendido como un NFT por más de medio millón de dólares a un particular. Ahora si alguien busca el meme en línea, lo encontrará y puede compartirlo como siempre lo ha hecho sin tener que pagar el equivalente de una casa. ¿Qué exactamente se vendió?

Lo que se vendió fue un certificado de autenticidad o pertenencia guardado permanentemente en el blockchain que establece que el archivo le pertenece al comprador. El NFT no es la imagen, sino un token de tan solo unos cuantos bytes que contiene un URL o número de serie correspondiente a la imagen; bytes que pueden valer millones y millones de dólares.

Aunque a algunos les parezca descabellado el concepto, no se trata de un modelo nuevo de distribución y pertenencia del arte. Litografías, serigrafías y reproducciones en serie de trabajos de Warhol, Dalí y demás artistas, específicamente fotógrafos, se han vendido por hasta millones de dólares por más de cien años.

De sus obras puede haber reproducciones “originales” y “copias”; un elemento importante que las distingue es el certificado de autenticidad que garantiza que es genuina. Un NFT se asemeja a esto pero sin la reproducción física. Aunque existan millones de copias de Nyan Cat en el internet, el NFT establece quien tiene una original.

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Más allá del arte

El uso primordial ha sido en el arte digital; un medio donde por décadas ha sido casi imposible establecer legalmente la pertenencia y origen de una pieza. Existe una Mona Lisa original y existen copias; la original se encuentra en el Louvre. La versión original de una pieza digital, en cambio, no es tan fácil de ubicar o distinguir entre copias. Un NFT le da el poder a los artistas de vender versiones originales de aquello que carece de fisicalidad.

Su uso no tiene que permanecer en el arte; por definición, los documentos en el blockchain son inalterables y permanentes. Al aplicar estas prácticas en transacciones de otras propiedades como terrenos, negocios, acciones y hasta títulos y contratos, se registran claramente los términos y entidades legales dejando atrás ambigüedades. De haber necesidad de una aclaración, uno puede acceder al documento original en el blockchain para consultar las implicaciones de una transacción en el momento que se hizo.

Preocupaciones ambientales

Al pasar por un boom repentino sin antecedentes, aún queda mucho que aprender sobre este tipo de transacciones. Una problemática latente es el efecto ambiental de las mismas. Actualmente se requiere de una cantidad considerable de energía para brindar el poder necesario para generar un NFT y para minar las criptomonedas necesarias para pagarlo.

Una sola transacción consume más de 70 kWh, cifra superior a lo que una familia consume en dos días. Se estima que el impacto ambiental anual de estos movimientos supera al de Dinamarca entera. Considerando que un NFT consiste de tan solo unos cuantos bytes, a muchos les resultará como un gasto excesivo de recursos; para cientos de artistas y organizaciones ambientalistas, lo es. 

Inversionistas, organizaciones de tecnología, artistas y consumidores están conscientes de ello y se encuentran trabajando en medidas de optimización de la industria. Al tratarse de una tecnología emergente, aún queda mucho camino por recorrer y cuestiones por mejorar. Los automóviles de hace unas décadas consumen mucha más energía que los del presente; hasta 10 o más veces que los de hoy. Con una investigación constante, la solución a los problemas ambientales no tienen por qué tardar; medios optimistas prevén que llegue en menos de cinco años.

Habrá que ver que depara en el futuro para los NFT; si llegaron para quedarse o son tan solo una moda temporal. Tras su controversia ambiental, ha habido mucho descontento sobre su venta y no todos los artistas se han subido a esta nueva ola cibernética. Con el tiempo se sabrá si los NFTs llegaron para quedarse. Siendo así, no está de más decir que, como con cualquier producto de valor fluctuante, hay que tener cuidado al comprar activos especulativos; su valor actual no necesariamente es el valor futuro.

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