La nueva realidad ha impuesto a las plataformas de videoconferencias y aulas virtuales como servicios cruciales con los que adultos y niños interactúan casi a diario. Precisamente por lo útiles que son para mantener el funcionamiento de actividades fundamentales, así como para socializar y pasar ratos de ocio, es hora de discutir la seguridad de dichos servicios y qué tan amplia es la información que recaudan de sus usuarios mientras son usados.
El aspecto más importante de esta discusión es: qué tan protegida está la información de los alumnos que se ven en la necesidad de usarlas para continuar con su educación.
¿Cómo y para qué recaudar información?
Los servicios de videoconferencia, tanto de empresas titanes de la tecnología internacional como de servicios independientes, se han ubicado en lo alto de la lista de aplicaciones más utilizadas por estudiantes para tomar clases y pasar un rato ameno con sus amigos.
Al proveerlas de manera gratuita, las empresas cumplen con sus obligaciones de responsabilidad social al dedicar recursos a su desarrollo y mantenimiento en beneficio de la población en general, además de conseguir que, quienes serán sus futuros usuarios (los alumnos) los reconozcan y se acostumbren a sus interfaces.
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Sin embargo, un aspecto digno de nuestra atención es que este tipo de aplicaciones recaudan datos que se obtienen de los usuarios. Al momento que estos ingresan a las plataformas, los formularios de registro de cada aplicación, siguiendo los términos y condiciones de uso, recaudan los datos de los usuarios. Varios son obvios: nombre y apellidos, edad y curso. Otros datos menos visibles, pero que razonablemente inspiran la preocupación de los padres, vienen con el posible acceso por parte de las compañías al contenido de los trabajos que los alumnos teclean, pudiendo identificar patrones de redacción, ortografía, ocurrencias personales, nivel de estudios, preferencias etc.
Especialmente si los alumnos utilizan las plataformas para interacción social, además de tomar clases, los receptores de información pueden conocer datos tan minuciosos como la mano que usan para manipulan el ratón, hasta qué tan formales son al comunicarse o si tienen una situación de abuso en su escuela.
La pregunta surge entonces, ¿para qué sirve esa tonelada de información? Su objetivo principal es crear perfiles detallados de usuarios que ayuden a ofrecer publicidad personalizada, y aunque las empresas niegan comercializar con los datos, su almacenamiento requiere nuestra vigilancia por la cantidad de usuarios de internet que buscan fallos en la seguridad de aplicaciones como éstas, ya sea simplemente para demostrar que existen dichas vulnerabilidades o para usar la información con algún otro objetivo. En cualquier caso, la búsqueda de la privacidad y seguridad informática en internet se ha vuelto una prioridad para muchísimos usuarios habituales de estas plataformas.
Medidas de protección.
Las instituciones educativas piden el consentimiento expreso de los padres para hacer uso de las plataformas, siendo la opción más viable para que los alumnos no se atrasen en su educación al permitir que las clases se impartan con cierta regularidad.
Es muy importante recordar que una buena parte de la ciberseguridad depende del uso adecuado de las plataformas aprobadas por las instituciones educativas, teniendo en cuenta que estas deben hacer una investigación a profundidad de qué servicio les conviene más y cuáles medidas de seguridad pueden garantizar la privacidad de sus alumnos. Los acuerdos y políticas de privacidad de cada compañía proveedora de servicios son dignos de nuestra lectura para saber la extensión con que los datos son guardados y si, en algunos casos, existe la posibilidad de expresamente solicitar a la compañía que no almacene nuestra información mientras hacemos uso de sus servicios.
Evitar, por ejemplo, el uso de otros canales de comunicación que no están aprobados para comunicación institucional es muy útil para reducir el número de plataformas que recauden nuestra información, o monitorear de cerca lo que permitimos que nuestras webcams y sus micrófonos capten, también posibilita que nuestra información y privacidad se mantengan más seguras. Precauciones como esas, así como una educación tecnológica efectiva que evite que los más chicos entren a sitios sospechosos o den su información en situaciones de phishing, son las maneras más prácticas de cuidarnos en un ambiente en línea.
Lo ideal sería poder implementar servicios de video conferencia o de salón de clases virtual de código abierto, que permitan auditorías ilimitadas de sus servicios y además sean nacionales. Iniciativas así están siendo desarrolladas, y aunque aún no están disponibles para el público en general o todavía no son completadas, hablan de que, tanto las compañías independientes como las más grandes, están activamente buscando asegurar la información de sus usuarios.
Una medida de ciberseguridad personal e institucional que es clave para reforzar el uso de plataformas de videoconferencia es la implementación de un Virtual Private Network (VPN), un software que facilita la transferencia de datos mientras provee la encriptación de nuestra información, evitando que terceros no autorizados tengan acceso a ella.
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